domingo, 5 de octubre de 2008

TRATADO DE LA MAGIA EN LA PISTA DE BAILE (Parte I)

De las charlas de modositas

Una y otra vez ha surgido, en charla de modositas, la cuestión acerca de la infinidad de cosas que suceden en la pista de baile. La milonga, de por sí, es un espacio (o más bien un multiespacio) donde cualquiera puede encontrar síntesis textuales y contextuales de la cultura del tango, las estructuras sociales, las hegemonías musicales, cuestiones de género, el amor, el romance, la amistad, etc.
Las modositas lo saben y lo hablan. En tardes de mate y facturas… y galletitas de salvado (se acerca el verano), ponen en palabras aquello que vivencian noche tras noche. Aquello que está implícito. Lo de la magia en la pista es sólo una de las tantas aristas sobre las que se puede reflexionar. Sin duda alguna, todo lo que se hable, todo lo que se pueda expresar, ha pasado primero por el cuerpo.


De la teoría del cuatro de copas

Un desconocido filósofo contemporáneo ha expresado alguna vez lo que hemos dado en llamar “la teoría del cuatro de copas”, la cual puede ser sintetizada en una frase corta pero exultante de significados:
“EN EL TANGO, CUALQUIER CUATRO DE COPAS SE CONVIERTE EN UN AS DE ESPADAS”
Puede afirmarse sin temor que nada más certero que esta frase. Quién no ha sentido alguna vez que al bailar entramos en una mágica conexión con el compañero. Mientras la música inunda el lugar, el compañero de baile se convierte en nuestro Gavito, el capitán de un barco que nos conduce a la Isla de la Fantasía, convirtendo la danza en una experiencia cuasi mística o religiosa, algo maravilloso e indescriptible. Tanto que a veces hasta nos emocionamos al punto de cerrar nuestros ojos o sentir que volamos juntos. Cuentan algunas modositas que hasta han experimentado extraños impulsos de besar al compañero al finalizar el tango.
Por lo tanto, útil y pertinente es advertir a los eventuales Gavitos, que no ilusionen más allá de los pocos minutos que dura el tango, pues cualquiera de estas experiencias no son más que una evidencia de la teoría del cuatro de copas.
Toda magia, toda sensación de gloria o éxtasis, desaparece tan imprevistamente como apareció al poner el primer pie fuera de la pista de baile.

Del popular mito “a la milonga sólo voy a bailar”

Relacionado al punto anterior, hemos podido asimismo asumir la cualidad de mito que adquiere la frase “A la milonga sólo voy a bailar”. Mentiras si las hay!
Y es que en un arranque de sinceridad o despojo de pruritos, algunas modositas han podido tirar por la borda tal prejuicio, sincerando sus más ocultas intenciones en el baile. A la milonga vamos a bailar, es verdad, pero además vamos en busca de sensaciones. Quien diga que nada siente mientras baila, o miente o no puede hacerse cargo de lo contrario. Mientras bailamos, sentimos. El abrazo, la cercanía de los cuerpos, el roce de los rostros, el entrelazamiento de las manos… son, sin lugar a dudas, ingredientes perfectos para SENTIR.
Y uno siente más allá de la danza, más allá de la perfección de la música, se siente en el cuerpo y no sólo en el alma.
Las sensaciones duran lo que dura un tango. Ni más ni menos. Ocasionalmente, dichas sensaciones se extienden más allá de la pista y el espacio milonguero. Pero eso es tema de otro apartado. Lo que nos interesa en este punto es comprender y aceptar que todos sentimos mientras bailamos, más allá de la perdurabilidad de dichas sensaciones. No se trata necesariamente de extender este momento a mayores intimidades post-milonga.
Y justamente eso es lo que buscamos en el baile, compañero tras compañero. La emoción, el encuentro, la conexión, la adrenalina. Mucho más que alimento del alma, es alimento del cuerpo también. El cuerpo sexuado y expuesto durante unos minutos al abrazo seguro y permitido socialmente.

De la estrategia de la media en la boca

Necesariamente debemos pasar ahora a tocar un tema menos agradable para muchos. No todo es magia y buenas experiencias. También a veces sufrimos desmitificaciones inmediatas que suceden durante la danza, y que impiden el desarrollo de las teorías o mitos anteriores.
Sucede que comenzamos a bailar ese tango que tanto nos gusta y el compañero de baile, en un desacertado movimiento gavilanezco, comienza a hablarnos de su vida o, peor aún, a cantarnos al oído el tango que resuena en el lugar. Nada más aberrante que tal conducta. En esos momentos, la ilusión se rompe como un débil cristal. La magia desaparece. El momento de la danza se vuelve horroroso e insípido. La fantasía compartida por las modositas, en estos precisos instantes, es la de poder colocar una media en la boca del compañero para, de esta forma, hacer posible la conclusión del baile sin interrupciones molestas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

It´s very interesting!!!!